2n Diumenge de Quaresma - Cicle C
Gn 15, 5-12,17-18 - Déu fa aliança amb Abram, el creient:
"Mira el cel i compta els estels, a veure si els pots comptar; doncs així serà la teva descendència."
Salm 26
"El Senyor m'il·lumina i em salva."
Fl 3,17-4,1.
"Nosaltres tenim la nostra ciutadania al cel; d'allà esperem un Salvador: Jesucrist, el Senyor, que transformarà el nostre pobre cos per configurar-lo al seu cos gloriós.."
Lc 9,28b-36 - Mentre Jesús pregava, es trasfigurà.
"Aquest és el meu Fill, el meu escollit: escolteu-lo!"
1.- Hoy el evangelio nos sitúa a Jesús en el camino hacia Jerusalén. Ese camino está lleno de referencias simbólicas, ya que es el camino que le va a llevar a “ser entregado a los paganos: se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán; y al tercer día resucitará” (Lc 18,32). Es un camino de subida hacia la entrega de su propia vida, hacia su muerte y resurrección. Esa misma simbología la podemos aplicar a la Cuaresma: un “camino” de subida, de esfuerzo, de entrega, de sacrificio por los demás, de ayuno, limosna y oración, para encontrarnos con el crucificado que resucita de entre los muertos. Podríamos decir que los cristianos siempre estamos “en camino”, pero de manera especial, lo experimentamos en este tiempo de la Cuaresma.
2.- En este camino Jesús, hoy, hace un alto, y sube con tres de sus discípulos a una montaña alta para rezar. Se lleva a Pedro, a Santiago y a Juan, que son sus tres discípulos más íntimos, porque van a ser testigos de momentos especiales con Jesús, como este de hoy, que los demás discípulos no vivirán. Y los cuatro suben a una montaña. La montaña es también lugar de encuentro con Dios, a lo largo de la Sagrada Escritura: el monte Sión, lugar del Templo; el monte Sinaí, lugar de encuentro entre Moisés y Dios; el monte de las Bienaventuranzas; el monte de los Olivos; el monte Calvario; y hoy… el monte Tabor. Jesús sube a la montaña para rezar, para encontrarse con su Padre Dios.
3.- Y en la montaña, Jesús se transfigura: “mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos”. Y es que la oración transfigura nuestra alma y transforma nuestra conducta. Porque la oración es hablar con Dios, y también escuchar a Dios, escuchar lo que quiere de mí, escuchar por donde tengo que ir, cuáles son sus caminos para mí. La oración es ayuda para vivir en fidelidad el proyecto de felicidad que Dios tiene para mí. Y Jesús busca esa oración. Y en la oración encuentra fuerzas para seguir el camino, para seguir subiendo a Jerusalén, a pesar de lo que allí le espera, porque sabe que al final triunfará el bien sobre el mal. En el fondo, la transfiguración es una señal para los discípulos, para que sepan que, a pesar de las dificultades que vean pasar a su Maestro, no pierdan la esperanza ni la confianza en Dios. (...)
Ens
cal pujar a la muntanya.
Ens
cal buscar el silenci i la pregària.
Ens
cal refer les forces.
Centrar
la nostra vida en la
llum que no enganya,
refermar
la nostra lluita en el
amor fidel,
orientar
el nostre caminar vers
la promesa realitzada.
Mirar
els estels
i
descobrir els signes de la teva presència,
i
fixar la mirada en la utopia del teu Regne.
Mirar
els estels
i
caminar amb els peus ferma a terra
al
costat de pobres i febles,
fent
camí amb les nostres incoherències.
Mirar
els estels i
sentir la força de l'esperança
i
acompanyar la resurrecció de tota la Creació.
Ens
cal pujar a la muntanya.
Ens
cal buscar el silenci i la pregària.
Ens
cal refer les forces amb el
gust de la teva amistat, Senyor.
LA ORACIÓN DEBE TRANSFIGURAR A LA PERSONA
Por Gabriel González del Estal
1.- Mientras oraba el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco. El evangelista Lucas pone especial empeño en asociar las teofanías, manifestaciones de Dios, con los momentos de oración de Jesús. Ya cuando nos hablaba del bautismo de Jesús escribía: “mientras Jesús oraba, se abrió el cielo y descendió sobre él el Espíritu Santo y se oyó una voz del cielo: este es mi Hijo amado, el predilecto”. Hoy nos dice que “mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de blancos… y una voz desde la nube decía: este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. El evangelista quiere que nos demos cuenta de que, cuando Jesús oraba, entraba en comunión directa con el Padre y hasta en su rostro y en sus vestidos se veía la luz y la gloria de Dios. La oración transfiguraba visiblemente, ante sus discípulos, a la persona de Jesús; su cuerpo humano quedaba, por un momento, como oculto ante el resplandor fulgurante y fascinante de su divinidad. Yo creo que también nosotros, los discípulos de Jesús, debemos orar de tal manera que nuestra persona se transfigure y nuestra alma quede llena de Dios. Los grandes místicos, en algunos momentos privilegiados, lo consiguieron; el éxtasis les sacó de sí mismos, de su cuerpo, y les puso en comunión directa y sabrosísima con Dios. San Pablo, san Agustín, santa Teresa, son algunos de los ejemplos conocidos por todos nosotros. Es cierto que muchos de nosotros podemos decir que, desgraciadamente, estamos muy lejos de los grandes místicos, pero también es cierto que todos nosotros podemos orar intensa y ardorosamente, hasta sentirnos unidos amorosamente con Dios. La oración de comunión con Dios debe transfigurarnos, hasta tal punto que los demás puedan ver en nosotros el rostro luminoso de Dios. Todos somos hijos de Dios y yo creo que, cuando nos parecemos a Jesús, el mismo Dios se complace también en decirnos a nosotros: este es mi hijo amado. Sin olvidar nunca, claro está, que vivir en comunión con Dios nos obliga a vivir en comunión con el prójimo, sobre todo con el prójimo más necesitado. El Jesús del Tabor es el mismo que el que curó a los enfermos, perdonó a los pecadores y defendió a los pobres y marginados de la sociedad. La misma oración que nos pone en comunión con Dios es la que debe ponernos en comunión con el prójimo. (...)
CONTEMPLATIVA
DESDE ABAJO
¿Que
no soy mística porque canto el suburbio?
y
canto el suburbio porque en él veo a Cristo.
No soy
mística porque siempre me río
y
siempre me rio.... ¿qué me importa lo mío?
Yo no
puedo pararme en la flor,
me
paro en las personas que lloran al sol.
Nadie
sabe lo lírico que es
un
mendigo que pide de pie.
Nadie
sabe sentir al Señor,
cantando
la aguja, la mira, la hoz.
Yo me
hundo en lo espiritual
haciendo
un poema el el arrabal.
En lo
oscuro me alumbre la vid
que lo
místico mío es reír.
Gloria
Fuertes
JESUCRISTO TRANSFORMA NUESTRA VIDA
Por José María Martín OSA
(...) 3.- Invitación a escuchar a Jesús. La "nube", o la "columna luminosa", es en la Biblia el símbolo de la presencia de Dios. Aquí aparece como respuesta a la proposición de Pedro. De la nube sale la voz de Dios. El signo de la nube es interpretado por la palabra. Y la palabra confirma a Jesús como enviado de Dios, como Hijo que ha venido a cumplir su voluntad. A él deben atenerse Pedro y sus compañeros. Lo fascinante y lo tremendo de la presencia de Dios, de la teofanía, se advierte en las palabras de Pedro y en el temor de los tres discípulos al ser introducidos dentro de la nube. La voz de Dios, al final del relato, tiene de todo menos de omnipotente y poderosa. No es una orden; es una invitación: “Escuchadle”. Nosotros también somos invitados a escuchar la Palabra de Jesús y a ponerla en práctica. Debemos bajar al llano y demostrar la transformación que la oración, el contacto con Dios, obra en nuestra vida.
Dios
y Padre nuestro,
mantén
despierta nuestra consciencia,
abiertos
nuestros ojos, y
atentos nuestros oídos.
Ayúdanos
a saber descubrir
la
presencia de tu Espíritu en
nuestras vidas.
Enséñanos
a fortalecer nuestra
fe y nuestra vida.
No
nos dejes caer en
los sueños alienantes,
ni
en las falsas seguridades,
ni
en las tranquilidades engañosas.
Danos
tu luz para
que renovemos nuestras utopías.
Danos
tu amistad para
que renovemos nuestras ilusiones.
Danos
tu alimento para
que renovemos nuestras fuerzas.
Señor
tu eres mi luz y mi salvación.
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