Solemnitat de l'Epifania
"Crist, llum de tots els pobles."
DEL PROFETA
ISAÍAS
¡Levántate, brilla,
Jerusalén, que llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
Mira: las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
su gloria aparecerá sobre ti;
y
caminarán los pueblos a tu luz;
los reyes al resplandor de tu
aurora:
Levanta la vista en torno,
mira: todos ésos se han reunido,
viene a ti: tus hijos llegan de lejos,
a tus hijas las traen en
brazos.
Entonces lo verás, radiante de alegría;
tu corazón se
asombrará, se ensanchará,
cuando vuelquen sobre tilos los tesoros
del mar,
y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una
multitud de camellos,
los dromedarios de Madián y de Efá.
Vienen
todos de Sabá,
trayendo incienso y oro,
y proclamando las alabanzas
del Señor.
(60, 1-6)
DE SAN PABLO A LOS EFESIOS;
También los gentiles
son coherederos,
miembros del mismo cuerpo
y participes de la Promesa
en Jesucristo,
por el Evangelio, (3, 2-3a 5-6)
DE L'EVANGELI SEGONS SANT MATEU:
Després que Jesús va néixer a Betlem de Judea, en temps del rei Herodes, vingueren uns savis d’Orient i, en arribar a Jerusalem, preguntaven: - On és el rei dels jueus que ha nascut? Hem vist sortir a l’Orient la seva estrella i venim a adorar-lo.
Quan el rei Herodes ho va saber, es va contorbar, i amb ell tot Jerusalem. Herodes va convocar tots els grans sacerdots i els mestres de la Llei que hi havia entre el poble i els preguntava on havia de néixer el Messies. Ells li respongueren:
—A Betlem de Judea. Així ho ha escrit el profeta:
» I tu Betlem, terra de Judà, no ets de cap manera la més petita
de les principals viles de Judà,
perquè de tu sortirà un príncep que pasturarà Israel, el meu poble.
—A Betlem de Judea. Així ho ha escrit el profeta:
» I tu Betlem, terra de Judà, no ets de cap manera la més petita
de les principals viles de Judà,
perquè de tu sortirà un príncep que pasturarà Israel, el meu poble.
Llavors Herodes cridà en secret els savis i va demanar-los el moment exacte en què se’ls havia aparegut l’estrella; després els encaminà a Betlem dient-los: -Aneu i informeu-vos amb exactitud d’aquest infant; i quan
l’haureu trobat, feu-m’ho saber, perquè jo també pugui anar a adorar-lo.
Després de sentir aquestes paraules del
rei, es posaren en camí. Llavors l’estrella que havien vist sortir a
l’Orient començà a avançar davant d’ells, fins que s’aturà damunt el
lloc on era l’infant. L’alegria que tingueren en veure l’estrella va ser immensa. Van entrar a la casa, veieren el nen amb
Maria, la seva mare, es prostraren a terra i el van adorar. Després van
obrir les seves arquetes i li oferiren presents: or, encens i mirra.
I, advertits en somnis que no anessin pas a veure Herodes, se’n tornaren al seu país per un altre camí.
(2, 1-12)
Eran tres Reyes, eran tres magos
que llegaron a Belén, que traían sus
regalos
Así adoraron al Señor.
Pero sin buscarlo, cada uno halló,
un don infinitamente mayor.
Al primero se le dio el don de la
sabiduría.
Como era tanta la derramó sobre el
tiempo.
Gracias Señor por los años,
gracias por el camino recorrido.
Gracias Señor por nuestros abuelos
que nos transmiten la sabiduría de la
vida,
la experiencia acumulada,
el saber recogido.
Gracias por la sabiduría que nos
transmiten
tantos pueblos y culturas.
Sabiduría que no se mide por libros,
sino por vida saboreada.
El segundo rey recibió el don del
amor.
Era tanto que lo esparció por los
hogares.
Gracias Señor, por cada padre y cada
madre.
Gracias Señor por su amor entregado.
Gracias Señor por cada gesto generoso,
por cada gesto de bondad y ternura.
Es el amor de la familia
que nos hace sacramento,
es el amor de cada casa en el cual
crecemos.
Al tercer rey, el don de la paz se le
regaló.
Era tanto que lo repartió en cada
sueño.
Gracias Señor por los jóvenes,
gracias Señor por las utopías,
gracias Señor por las ilusiones,
gracias Señor por muchas alegrías.
Es la paz que nos empuja y nos realiza,
la paz que nos abre y nos solidariza.
Gracias Señor por tantos dones,
gracias reyes que los habéis
compartido.
Renováis así nuestros corazones,
y hacéis del mundo un espacio mas
amigo.
LA CULTURA DEL REGALO
Es mejor regalar que retener. Los Magos
venían con regalos para el niño Rey. Era una actitud generosa. Sus
regalos, además, no eran simples objetos de consumo, sino que tenían
significación acertada: oro, como a rey, incienso, como a Dios,
mirra, como a Redentor. Sus regalos estaban cargados de fe y de
ternura.
Estaba ya anunciado proféticamente:
«Te inundará una multitud de camellos (...) Vienen todos de Saba,
trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor» (cf
Sal 71,10-11).
Los camellos y los cofres son símbolos
de la generosidad de los príncipes. Ojala que esta generosidad se
multiplicara. Porque el niño pobre sigue ahí, en el corazón del
mundo.
Es bueno regalar, siempre que no se
haga por secundar las leyes del mercado o por quedar bien o por mera
correspondencia o por seguir la norma establecida.
Hagamos regalos para cultivar la
ilusión y la amistad. Hagamos regalos desde el cariño, la estima y
los mejores deseos. Hagamos regalos personalizados y creativos. No es
el valor material del regalo lo que importa, sino el motivo, la
finalidad y el signo. Cada regalo puede llegar a ser un memorial y
cuasi un sacramento de gracia. En cada regalo que hago puede haber
algo mío o mucho mío.
Se puede pecar por defecto o por
exceso. Entre nosotros más lo segundo que lo primero. Al niño lo
agobiamos con regalos; la ilusión le dura el tiempo que tarda en
abrirlos. Después los colecciona hasta que se aburre; es el momento
de darlos a los pobres... ¡que hipocresia de caridad!
Cuando regalamos a los niños
debiéramos hacemos un poco niños, ilusionados con los niños, y
jugar con ellos... El mejor regalo siempre será la ilusión
compartida y el cariño.
Y, hablando en cristiano, no perdamos
de vista la dimensión teológica del regalo. Lo que hacemos con los
niños pobres, enfermos, huérfanos, abandonados... se lo hacemos al
niño Jesús. Lo que damos a estos niños se lo damos a Dios.
Es un gran honor que podamos hacer
regalos a Dios, que él acepte y agradezca nuestros regalos. Pero,
nunca lo olvidemos, Él nos regaló primero.
ADORACIÓN
Quien ha visitado la Basílica de la
Natividad en Belén no olvidará nunca que para poder acceder tuvo
que agachar la cabeza.
La majestuosidad de las puertas de
muchas iglesias y catedrales queda abochornada por la humildad del
acceso a este templo que nos remite directamente al nacimiento del
Hijo de Dios. Desde la Edad Media su puerta mide poco más de un
metro de altura. Parece que es tan reducida por motivos de seguridad,
pero lo verdaderamente seguro es que solo los pequeños o los niños
pueden atravesarla sin dificultad. Se trata de la puerta de los
sencillos, de los humildes, de los pobres, de quienes no tienen
problemas en parecer más pequeños de lo que realmente son. Es la
puerta de acceso al misterio de Dios. Quien quiera acceder tendrá
que agacharse y dejar el equipaje. Ya puede ser el político más
poderoso de nuestro mundo, el artista más aclamado o el empresario
más rico. Para entrar en la Natividad es necesario humillarse. En
ese lugar todos medimos lo mismo: algo menos de un metro y veinte
centímetros.
Así fue el nacimiento de Jesucristo:
un acto absoluto de abajamiento. Toda la grandeza de Dios habitando
la pequeñez y la debilidad de un bebé. Sin embargo, una vida que
nace en la oscuridad de la noche se convierte en el mayor signo de
amor y esperanza para el mundo, especialmente para la humanidad que
sufre.
Dios se hace presente en pobreza y en
medio de la penumbra, en lo débil, en lo pobre, en lo limitado ...
Desde ese momento la precariedad adquiere una densidad distinta. Es
la densidad de Dios. Es su promesa de caminar constantemente con
nosotros, su pueblo, su familia. La debilidad se llena de esperanza,
la penumbra queda invadida de luz, lo débil se reviste de fuerza.
Desde el nacimiento de Jesucristo todo
es distinto. A partir de entonces la precariedad nos remite
directamente a Dios.
Hoy contemplamos actos de abajamiento
que no nos dejan indiferentes.
Magos de Oriente contemporáneos que
descubren en la noche, en lo escondido, en lo débil ... a una
humanidad digna de
ser adorada y necesitada de cuidados. A veces se trata de personas individuales, en ocasiones son colectivos o asociaciones, algunos creyentes, otros no creyentes, con diversa ideología política, pero todos han descubierto una estrella que les lleva a lugares donde hay hombres y mujeres que sufren. Esta estrella es más que un indicador; es signo de vida y bendición. Para ellos la vida adquiere una dimensión distinta, unos valores nuevos, una orientación nueva. El otro, especialmente el necesitado, es el centro de atención. No solo es alguien a quien cuidar y promocionar. Es alguien en el que adorar a un Dios que un día nació pobre y al que solo algunos supieron ver.
ser adorada y necesitada de cuidados. A veces se trata de personas individuales, en ocasiones son colectivos o asociaciones, algunos creyentes, otros no creyentes, con diversa ideología política, pero todos han descubierto una estrella que les lleva a lugares donde hay hombres y mujeres que sufren. Esta estrella es más que un indicador; es signo de vida y bendición. Para ellos la vida adquiere una dimensión distinta, unos valores nuevos, una orientación nueva. El otro, especialmente el necesitado, es el centro de atención. No solo es alguien a quien cuidar y promocionar. Es alguien en el que adorar a un Dios que un día nació pobre y al que solo algunos supieron ver.
Santiago Aparicio Eucaristía
-Epifanía del Señor-Ciclo A- 6 de enero de 2011 - año 45 - nº3.
Editorial Verbo Divino.
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