IMMACULADA CONCEPCIÓ DE MARIA
Maria va dir:
-Sóc l'esclava del Senyor:
que es compleixin en mi les teves paraules.
I l'àngel es va retirar. (Lc 1,38)
Maria
de les nits estrellades
ensenyeu-nos
a mirar a través dels vostres ulls.
Maria
del cel blau i net
ensenyeu-nos
l'amabilitat i la joia de donar-nos.
Maria e les valls i les muntanyes
ensenyeu-nos
a contemplar les obres de Déu.
Maria
dels boscos i les prades
ensenyeu-nos
de conviure en la pau.
Maria
de l'ordi i del blat,
ensenyeu-nos
de treballar i d'agrair.
Maria
de la solitud i del desert,
ensenyeu-nos
d'acollir i de pregar.
Maria
de les flors i els fruits,
ensenyeu-nos
la senzillesa en el bon obrar.
Maria
de la quietud i de la serenor
ensenyeu-nos
d'escoltar i de saber esperar.
Maria,
noia de Natzaret,
ensenyeu-nos
la solidaritat i el perdó.
Mare
de l'amor més clar,
ensenyeu-nos
d'estimar Déu i el proïsme.
EN
MANOS DE DIOS
En
el día de la Inmaculada debemos aprender bien esto: el ser humano
que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un
títere de Dios, en una persona aburrida y conformista: no pierde su
libertad. Sólo el ser humano que se pone totalmente en manos de Dios
encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la
libertad del bien. El ser humano que se dirige hacia Dios no se hace
más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con Él
se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo.
El ser humano que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás,
retirándose a su salvación privada: al contrario, sólo entonces su
corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una
persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.
(Benedicto
XVI, Hom. 08-12-2005)
“Todo
estaba pendiente de tu boca,
como
si Dios mismo tuviera que pedir permiso...
Tu
palabra sería la segunda palabra,
que
recrearía el mundo estropeado,
como
un juguete muerto
que
vuelve a latir súbitamente.
Tú
pondrías en marcha otra vez la ternura,
orilla
virginal de la palabra,
Niña
del sí, preñada del Verbo,
sin
la más leve sombra del NO.
A
Dios tú le hacías dichoso
y
tu corazón se abría como una playa humilde,
sin
diques ni barreras.
Y
en la arena sumisa de tu carne
el
mar de Dios entraba enteramente.”
(Pedro
Casaldáliga)
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