diumenge, 13 d’abril del 2014

Diumenge de Rams'2014



 
DIUMENGE de RAMS'2014


DE L'EVANGELI SEGONS SANT MATEU:
 Quan es van acostar a Jerusalem i arribaren a Betfagé, a la muntanya de les Oliveres,
 Jesús va enviar dos deixebles  amb aquest encàrrec:
-Aneu al poble que teniu al davant i tot seguit trobareu 
    una somera fermada, amb un pollí al seu costat. 
         Deslligueu-la i porteu-me'ls.  
Si algú us preguntava res, responeu-li: 
  "El Senyor els ha de menester, però de seguida els tornarà."
Això va succeir perquè es complís allò que havia anunciat el profeta:
  "Digueu a la ciutat de Sió:
Mira el teu rei que ve cap a tu;
arriba humilment,
muntat en una somera i en un pollí,
fill d'un animal de càrrega."
Els deixebles hi anaren i feren el que Jesús els havia manat:  
 portaren la somera i el pollí, van posar els mantells al seu damunt, i ell hi va muntar.  
 Molta gent va començar a estendre els seus mantells pel camí; 
d'altres tallaven branques dels arbres i encatifaven el terra.  
 La gent que anava davant d'ell i els qui seguien darrere cridaven:
- Hosanna al Fill de David! Beneït el qui ve en nom del Senyor! Hosanna a dalt del cel!
Quan hagué entrat a Jerusalem, tota la ciutat es va inquietar, i preguntaven:
-Qui és aquest?
La multitud responia:
-Aquest és el profeta Jesús, de Natzaret de Galilea.         (Mt 21, 1-11)



           DEMOS EL PASO

● La Pascua está cerca, llega la hora,
es tiempo de decisiones y de convicciones firmes.
Jesús invita, llama a seguirlo, convoca al encuentro,
abre el camino a la vida nueva,
que pasa por la cruz y nos conduce al Reino.
● Jesús, maestro, amigo, compañero,
te seguimos: ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como Pedro, Andrés, Juan y Santiago.
Que no dudemos y seamos capaces
de ponernos en camino tras tus huellas,
dando lo mejor de nosotros
para que todos puedan vivir mejor
y llegue el Reino, tu Reino Señor.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como María, la madre, nuestra madre.
Que aprendamos a decir con ella
"Aquí estoy Señor que se haga en mi, tu voluntad".
● Que no seamos mezquinos, ni egoístas,
que seamos portadores de vida,
de dignidad, de buena convivencia.
Que hagamos realidad tu evangelio, Jesús,
en el hacer y vivir de cada día.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como Zaqueo, que no dudó y cambió su vida
cuando tú le saliste al encuentro.
Que aprendamos a compartir nuestros bienes,
don de Dios para provecho compartido
y no para egoísta acumulación
que mata y aleja del Reino.
● Que aprendamos a revisar nuestra vida,
a reconocer nuestros errores,
a comprometernosen la conversión permanente,
en el continuo crecimiento interior,
a demostrarlo con gestos y hechos cotidianos.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como aquella pobre viuda en el Templo,
sencilla, humilde,
que supo dar de corazón lo poco que tenía.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como las mujeres que acompañaban a Jesús.
Fieles, cerca de la cruz,
cuando los demás habían huído
y Jesús moría solo y abandonado.
Que nos mantegamos fuertes en la fe,
firmes en la esperanza, activos en el amor concreto.
Que no tengamos vergüenza
de confesar nuestra fe cristiana.
Que no reneguemos de nuestras convicciones
en los momentos difíciles.
Que aprendamos el camino de la cruz
para ser fieles a tu proyecto, Señor,de Salvación.
● ¡Ayúdanos a dar el paso!
Como los discípulos de Emaús.
Que aprendamos a reconocerte,
cuando caminas a nuestro lado,
explicándonos las cosas que suceden
desde la mirada de Dios Padre,
● Ayúdanos a discernir
y encontrar cómo vivir mejor
el evangelio en nuestros días.
Que sepamos rectificar en el camino,
si es necesario, para anunciar
tu presencia viva a los demás.
Que sepamos cambiar nuestros planes
al dejar que Dios Padre entre n nuestra vida
con propuestas y horizontes nuevos.
●¡Ayúdanos a dar el paso, Señor!
Ayúdanos a vivir la Pascua
Muéstranos qué cosas de nuestra persona,
de nuestra mentalidad,
de nuestra manera de vivir,
deben morir para cambiar y ser nuevas,
hombres y mujeres resucitados y resucitadores.
●Que demos el paso liberador, comprometido,
de vivir anunciando tu Resurrección
con la práctica de una vida nueva,
guiada por la justicia, el perdón, la bondad,
el amor, y la solidaridad cotidianas.
- Que así, buen Señor Dios Padre Bueno -



De la CARTA de Sant PAU
als cristians de FILIPS:

Jesucrist, que era de condició divina,
no es volgué guardar gelosament
la seva igualtat amb Déu,
  sinó que es va fer no res:
prengué la condició d'esclau
i es féu semblant als homes.
Tingut per un home qualsevol,
  s'abaixà
i es féu obedient fins a la mort,
i una mort de creu.
  Per això Déu l'ha exaltat
i li ha concedit aquell nom
que està per damunt de tot altre nom,
  perquè en el nom de Jesús
tothom s'agenolli
al cel, a la terra i sota la terra,
  i tots els llavis reconeguin
que Jesucrist és Senyor,
a glòria de Déu Pare. (Fl 2, 6-11)



DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
 –Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo: 
                   si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. 
Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también 
diciendo: –A otros ha salvado, y él no se puede salvar. 
¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. 
¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora.
 ¿No decía que era Hijo de Dios? 
Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. 
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. 
A media tarde, Jesús gritó:
 – Elí, Elí, lamá sabaktaní 
(es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?») 
Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron: 
–A Elías llama este. Uno de ellos fue corriendo; 
enseguida cogió una esponja empapada en vinagre 
y, sujetándola en una caña, le dio a beber. 
Los demás decían: –Dejadlo, a ver si viene Elías a salvarlo. 
Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu (Mateo 27,39-50).



















 NO TE BAJES DE LA CRUZ
 Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz». Esa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar solo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como nosotros? ¿Alguien que solo piensa en sí mismo y en su felicidad? Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian y, sobre todo, compasión y amor. Jesús solo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios mío , Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». No pide que lo salve bajándolo de la cruz. Solo que no se oculte ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece en silencio. Solo escuchando hasta el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte. Por eso, al contemplar al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: «No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera nuestros sufrimientos? ¿Quién nos podría entender?». ¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias? No. No te bajes de la cruz, pues, si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».

Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús. Mateo 



  CRUCIFICADO CON NOSOTROS 
El sufrimiento lleva a muchos a gritar a Dios. No todos lo hacen de la misma forma. Algunos preguntan por Dios teóricamente: «¿ Cómo puede Dios permitir esto?». Tienen la impresión de que Dios es una especie de fuerza ciega e insensible que no se preocupa de nadie. De ordinario habla así quien contempla el sufrimiento desde lejos. No es esta la pregunta del que lo sufre en su propia carne. Su grito tiene otro acento más desgarrador: «Dios mío, ¿dónde estás?, ¿por qué te ocultas?, ¿no sientes mi dolor y mi pena?». En el corazón de la fe cristiana hay una historia de pasión. Es la historia de Jesús perseguido, abandonado, torturado y crucificado. Ninguna otra religión tiene una figura martirizada en su centro. Pero –lo que es más escandaloso aún–, en el centro de esta pasión está la experiencia del abandono de Dios. Después de tres horas de silencio, clavado en la cruz, aguardando la muerte, Jesús lanza un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Lo que angustia a Jesús no es solo la muerte . Es el temor a que, después de haber confiado totalmente en el Padre, este lo pueda «abandonar». ¿Dónde quedará el reino de Dios cuya dicha ha prometido a los pobres y desgraciados del mundo? Es el silencio espantoso de Dios lo que le hace gritar. Y es ese precisamente el grito al que tantas personas atormentadas se siguen uniendo todavía hoy, pues expresa lo que sienten: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Pero, ¿es realmente así? Si lo ha dejado morir solo y abandonado en la cruz, Dios no solo sería un Dios insensible, sino también un Dios cruel. Pero en la primera comunidad cristiana afirman rotundamente lo contrario. «En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo» (2 Corintios 5,19). Cuando Cristo sufre en la cruz, el Padre sufre la muerte de su Hijo amado. Ambos sufren, aunque de manera distinta: Cristo sufre la muerte en su carne humana. El Padre sufre la muerte de su Hijo en su corazón de Padre. La pasión de Cristo le hace sufrir a Dios, es la pasión de Dios. Esto lo cambia todo. Si Dios mismo está sufriendo en Cristo, entonces Cristo trae la comunión de Dios con quienes se ven humillados y crucificados como él. Su cruz , levantada entre nuestras cruces, es la señal de que Dios sufre en todo sufrimiento humano. A Dios le duele el hambre de los niños de Etiopía, la humillación de las mujeres de Iraq o la angustia de los torturados por tantos abusos e injusticias. Este Dios «crucificado con nosotros» es nuestra esperanza. No sabemos por qué Dios permite el mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sabemos que Dios sufre con nosotros. Esto es lo decisivo, pues, con Dios, la cruz termina en resurrección, el sufrimiento en dicha eterna.                          Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús. Mateo 

EL CAMINO PARA SALVAR AL SER HUMANO 
Para un cristiano, la cruz de Cristo no es un acontecimiento más que se pierde en el pasado. Es el acontecimiento decisivo en el que Dios salva a la humanidad. Por eso, la vida de Jesús entregada hasta la muerte nos revela el camino para liberar y salvar al ser humano. La cruz nos revela, en primer lugar, que es importante «cargar con el pecado». Por supuesto, hay que eliminar el mal y la injusticia, hay que combatirlos de todas las formas posibles. Pero hemos de estar dispuestos a cargar con ese mal hasta donde haga falta. Jesús redime sufriendo. Solo quienes se implican hasta sufrir el mal en su propia carne humanizan el mundo. La cruz nos revela además que el amor redime de la crueldad. Muchos dirán que lo importante es la defensa de la democracia y de sus valores, ¿para qué queremos el amor? Pues bien, el amor es necesario para llegar a ser sencillamente humanos. Se olvida que la misma Ilustración basó la democracia sobre «la libertad, la igualdad y la fraternidad». Hoy se insiste mucho en la libertad , apenas se habla de igualdad y no se dice nada de la fraternidad. Cristo redime amando hasta el final. Una democracia sin amor fraterno no llevará a una sociedad más humana. La cruz revela también que la verdad redime de la mentira. Se piensa que, para combatir el mal, lo único importante es la eficacia de las estrategias. No es cierto. Si no hay voluntad de verdad, si se difunde la mentira o se encubre la realidad, se está obstaculizando el camino hacia la reconciliación. Cristo redime dando testimonio de la verdad hasta el final. Solo quienes buscan la verdad por encima de sus propios intereses humanizan el mundo. Nuestra sociedad sigue necesitando urgentemente amor y verdad. Indudablemente hemos de concretar sus exigencias entre nosotros. Pero concretar el amor y la verdad no significa desvirtuarlos o manipularlos, menos aún eliminarlos. Quienes «cargan con el pecado» de todos y siguen luchando hasta el final por poner amor y verdad entre los hombres generan esperanza . El teólogo alemán Jürgen Moltmann hace esta afirmación: «No toda vida es motivo de esperanza, pero sí esta vida de Jesús, que por amor toma sobre sí la cruz y la muerte». 

Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús. Mateo 

CARGAR CON LA CRUZ 
Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia. Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes. Seguir así a Jesús trae consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren otra cosa. Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen solo puede provenir de él: «Si alguno quiere venir detrás de mí... cargue sobre las espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel. Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. Sin embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica. Al final de su vida, el teólogo Karl Rahner escribió esto: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final solo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús». 

Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús. Mateo 

SEGUIR A JESÚS CONDUCE A LA CRUZ 
Estamos tan familiarizados con la cruz del Calvario que ya no nos causa impresión alguna. La costumbre lo domestica y lo «rebaja» todo. Por eso es bueno recordar algunos aspectos demasiado olvidados del Crucificado. Empecemos por decir que Jesús no ha muerto de muerte natural. Su muerte no ha sido la extinción esperada de su vida biológica. A Jesús lo han matado violentamente. No ha muerto tampoco víctima de un accidente casual ni fortuito, sino ajusticiado, después de un proceso llevado a cabo por las fuerzas religiosas y civiles más influyentes de aquella sociedad. Su muerte ha sido consecuencia de la reacción que provocó con su actuación libre, fraterna y solidaria con los más pobres y abandonados de aquella sociedad. Esto quiere decir que no se puede vivir el evangelio impunemente. No se puede construir el reino de Dios, que es reino de fraternidad, libertad y justicia, sin provocar el rechazo y la persecución de aquellos a los que no interesa cambio alguno. Imposible la solidaridad con los indefensos sin sufrir la reacción de los poderosos. Su compromiso por crear una sociedad más justa y humana fue tan concreto y serio que hasta su misma vida quedó comprometida. Y, sin embargo, Jesús no fue un guerrillero, ni un líder político, ni un fanático religioso. Fue un hombre en el que se encarnó y se hizo realidad el amor insondable de Dios a los hombres. Por eso ahora sabemos cuáles son las fuerzas que se sienten amenazadas cuando el amor verdadero penetra en una sociedad, y cómo reaccionan violentamente tratando de suprimir y ahogar la actuación de quienes buscan una fraternidad más justa y libre. El evangelio siempre será perseguido por quienes ponen la seguridad y el orden por encima de la fraternidad y la justicia (fariseísmo). El reino de Dios siempre se verá obstaculizado por toda fuerza política que se entienda a sí misma como poder absoluto (Pilato). El mensaje del amor será rechazado en su raíz por toda religión en la que Dios no sea Padre de los que sufren (sacerdotes judíos). Seguir a Jesús conduce siempre a la cruz; implica estar dispuestos a sufrir el conflicto , la polémica, la persecución y hasta la muerte. Pero su resurrección nos revela que a una vida crucificada, vivida hasta el final con el espíritu de Jesús, solo le espera resurrección.

Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús. Mateo 

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